RESEÑA | 'El cuento número trece' de Diane Setterfield

El cuento número trece
de Diane Setterfield

Autoconclusivo ~ Lumen
Tapa dura con sobrecubierta ~ 480 págs.
9788426416049 ~ 21, 90€ [grande] - 9, 95€ [bolsillo]

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¿Dónde está la verdad?

La historia más importante de su vida era la que nunca había escrito.

Cuando una vieja escritora acostumbrada a mentir y una joven librera empeñada en saber la verdad se encuentran, regresan los fantasmas del pasado, los secretos de una familia marcada por el exceso, las cenizas de un incendio memorable y el perfil de un ser extraño que aparece y desaparece tras las cortinas de una mansión. 

Entre mentiras, recuerdos e imaginación se teje la vida de la señora Winter, una famosa novelista ya muy entrada en años que pide ayuda a Margaret, una mujer joven y amante de los libros, para contar por fin la historia de su misterioso pasado. 

«Cuénteme la verdad», pide Margaret, pero la verdad duele, y solo el día en que Vida Winter muera sabremos qué secretos encerraba El cuento número trece, una historia que nadie se había atrevido a escribir.

El cuento número trece contiene una de esas historias sobre secretos del pasado que salen a la luz y cosas que no son lo que parecen que a mí tanto me maravillan. Parte de la premisa de que una conocida y alabada autora -de la que nunca se ha sabido nada de su vida privada porque cada vez que algún periodista le pregunta ella se inventaba una historia diferente- decide que, ahora que su vida está a punto de acabar, es hora de que alguien conozca su verdadera historia, esa que ha estado encerrada bajo cien cerrojos durante años. Y para ello contrata a Margaret una joven amante de los libros antiguos y que poco o nada conocía de Vida Winter antes de que la mujer se pusiera en contacto con ella. Puede dar la impresión de que es una historia muy sencilla, pero este libro contiene más de lo que a simple vista puede parecer, sobre todo, en lo relacionado con las dos protagonistas que puede que compartan más y se entiendan mejor de lo que en un principio pudiéramos llegar a creer.

   Las palabras tienen algo especial. En manos expertas, manipuladas con destreza, nos convierten en sus prisioneros. Se enredan en nuestros brazos como tela de araña y cuando estamos tan embelesados que no podemos movernos, nos perforan la piel, se infiltran en la sangre, adormecen el pensamiento. Y ya dentro de nosotros ejercen su magia.

Una de las cosas que más me gustó de la novela de Diane Setterfield es que consiguió atraparme desde el minuto uno con en esa maraña de recuerdos del pasado que se va desentrañando poco a poco. Vida Winter es escritora, se ha pasado creando historias toda su vida y sabe cómo contar una para que Margaret y el lector la escuchen ensimismados, pero también lo hacemos de una forma cautelosa porque, ¿quién te dice que no te está mintiendo, que esta no es otra de las muchas historias sobre su vida que ella ha ido sacando a la luz durante su carrera? Esto me mantuvo dudando todo el rato, analizando la información que nos iba contando de su pasado con lo que sabíamos de su presente y, aun así, consiguió sorprenderme cuando por fin se revela todo. Porque aunque te ha ido dejando pistas a lo largo de todo su relato, yo no me había dado cuenta de ellas; y no sé vosotros pero a mí estas cosas en los libros me chiflan.

Además, normalmente en este tipo de historias, donde te mezclan presente y pasado, siempre tiendo a quedarme con una historia o a preferirla frente a la otra porque me parece más interesante, y en este caso es casi imposible separar ambas, el lector prácticamente las asimila como una sola. En los flashbacks al pasado, Vida Winter nos narra la historia de su vida y, en el presente, Margaret se encarga de ir desentrañando eso, de comprobar su veracidad, viajando a lugares o entrevistando a gente. Diane Setterfield va complementando e intercalando ambas a lo largo del relato de tal forma que las dos son interesantes y aportan algo a la trama, consiguiendo formar así un todo indivisible. Y todo esto narrado con una maestría que, a pesar de su ritmo algo pausado -típico de este tipo de novelas-, consigue atrapar al lector y envolverle en ese halo melancólico que rodea a la historia.

   Como quien cuida de las tumbas de los muertos, yo cuido de los libros. Los limpio, les hago pequeños arreglos, los mantengo en buen estado. Y cada día abro uno o dos tomos, leo unas líneas o páginas, permito que las voces de los muertos olvidados resuenen en mi cabeza. ¿Nota el escritor fallecido que alguien está leyendo su libro? ¿Aparece un destello de luz en su oscuridad? ¿Se estremece su espíritu con la caricia ligera de otra mente leyendo su mente? Eso espero. Pues estando muertos deben de sentirse muy solos.

Margaret y Vida son dos mujeres que han vivido épocas y vidas muy distintas pero que tienen algo -que se irá descubriendo a medida que avance el relato- que las une de una forma muy especial, creando entre ellas una relación de complicidad con muchos momentos entrañables. Me encantó la historia del pasado de Vida Winter, con esa familia tan diferente que vivía como envuelta en un halo de oscuridad, esos secretos y esas media verdades pero, sobre todo, me maravilló la relación fraternal sobre la cual gira todo. Y es que, aunque es una novela donde la familia es importante, son las relaciones entre hermanas lo más relevante, lo que más destaca. Eso y la búsqueda de identidad, de saber quién eres y aceptarte que van viviendo tanto Margaret como muchos de los personajes que aparecen en la historia. El desenlace me pareció muy emotivo y, en muchos aspectos, poco esperado ya que tiene cosas que son algo ambiguas y tú puedes interpretar un poco a tu manera. Pero, sin duda, es de esos libros que dejan marca y que años después recuerdas con mucho cariño.

En definitiva, El cuento número trece es una historia melancólica, algo triste pero que a mí me pareció muy bonita. Está narrada de una forma muy delicada, mezclando el pasado y el presente para ir desentrañando cómo fue la infancia de Vida Winter. Una novela lenta pero que te atrapa desde el principio y que consigue sorprenderte con cada nuevo descubrimiento que vas haciendo pero, sobre todo, con ese desenlace tan poco esperado.